Marzo y sus energías: creatividad, pulso vital y avance.

Ha llegado marzo y sigilosamente empieza la luz del sol a ser más tenue, como anunciando los nuevos tiempos de silencio y penumbras, donde el alma apela a la quietud y nuestra consciencia a la revisión de la nueva siembra, que ha de dar sus frutos en el próximo tiempo de luz. Ese es el llamado que de manera muy sutil, se percibe en el aire y que nos invita al siempre bienvenido viaje interior.

Esta es la energía del tercer mes del año: LA SÍNTESIS DEL UNO Y DEL DOS, TRIÁNGULO DE VIDA (TRINIDAD PERSONAL) APRENDER A DAR Y RECIBIR. FERTILIDAD. Explosión de toda la energía acumulada. Energía fuerte, adolescente, creativa. Acción sin objetivo. Feminidad potente y creadora. Cambio, acción violenta para destruir lo antiguo. Acción renovadora, transformación, mutación.

Su sombra es: la dispersión, la búsqueda de placer sin propósito. La decepción; estallar y hacer cualquier cosa.

Ojo con los desafíos sin norte, no acatar límites, las identificaciones caducas y con la imitación que nos aleja de la real identidad del ser.

El 1 es la suprema causa primera; el 2 es una causa en manifestación y el 3 es el producto o resultado de la operación combinada (espíritu, alma, cuerpo) El triángulo equilátero es símbolo de perfección pues contiene los principios paterno y materno, ó el 1 y el 2, en armonía. El verdadero y eterno propósito de la evolución es perfeccionar este equilibrio ó polaridad en el hombre.

Cuando 1, 2 y 3 están en armoniosa relación en un nombre, indica que quién lo lleva tiene en funcionamiento una espléndida trinidad con la cual obtener una rica y abundante cosecha de variada experiencia en este plano físico, externo. La cabeza (intelecto, entendimiento) y el corazón (amor, sabiduría) se unen en el punto de equilibrio del tres. La fuerza universal condensada.

De mucha sensibilidad. Es un número fértil, vital, de movimiento y sentirnos vivos. Pero cuidado con apegarse al disfrute y de estas energías y no continuar, es imperativo el avance para matizar y fluir, a modo de evolucionar la experiencia. La energía del tres busca siempre el placer, la manifestación. Pero es una energía acotada, es de este modo su desafío aprender a mantener la el fuego de las motivaciones, para terminar/concretar los ciclos y proyectos. Recordar que no debe ser un movimiento inútil, sino más bien la posibilidad y la disciplina para alcanzar un peldaño más.

Todo para evolucionar las energías pasadas que pulsan por ser transformadas y las presentes que requieren el mismo cuidado.

Contiene el calor de la madre que nutre, enraíza y sostiene, por ende es un tiempo adecuado para resolver los conflictos con sus influencias y arquetipo. Mirar nuestra femineidad, como la vivo, como la integro, como la expreso. Todas las influencias de esta energía; la luna, las emociones, ser receptivos, la intuición, la quietud, el silencio, la frialdad, la sabiduría.

Aceptar, sintonizar y dar buen uso al ciclo de la vida y muerte, es decir: ver nacer, crecer, expresarse, concretar y liberar. No hay vida sin muerte y viceversa.

Este es un gran aprendizaje de vivir el hoy, de soltar apegos e identificaciones, y agradecer lo que se tuvo, tienen y lo que será recibido.

También el hermoso ciclo de morir al anochecer y nacer al nuevo día. Morir a las identificaciones antiguas, para resurgir renovados, sin aprobaciones externas, sin cadenas autoimpuestas, sin dudas ni miedos.

Aceptar este movimiento pone a prueba nuestras más profundas creencias, para sin lugar a dudas vivir desde una coherencia real, sin dar pie a las mentiras que nos sacan de nuestro verdadero camino y propósitos.

BIENVENIDO MARZO,

Con amor.

 

Ale Buschmann

Terapeuta Holística.

Para Casa de Tara.

 

Año 2018, manifestando la energía del número 11

LA FUERZA Y VOLUNTAD ESPIRITUAL – EL AUTOCONTROL.
El 11 simboliza al Iniciado. Para esta vibración es fundamental encontrar un propósito trascendente que le de sentido a nuestra vida. Conectar con esa energía espiritual que habita dentro de nuestro, pero que viene de otros planos, para lograr poner nuestra personalidad al servicio del espíritu y no a la inversa y así recibir esa influencia sin intervenciones y de esta manera permitir que ésta se expanda e integre los designios superiores.

Todas las cosas de la Tierra están moldeadas de conformidad con un modelo estelar, siendo el propósito de la evolución terrena el impulsar al hombre a reconocerse como un creador, que debe trabajar en armonía con el plan divino. Las lecciones necesarias para tal desarrollo llegan a través de los ritmos vibratorios del número 11.

La sabiduría antigua define los poderes del 11 como: “En mi poder todas las cosas están en perfecto equilibrio; yo uno a los opuestos; cada uno a su complemento” El Once desarrolla el poder del alma mediante el servicio amoroso y altruista.

EL DESAFÍO: sentir y activar toda la fuerza del espíritu conforma lo que somos. Es es una energía que es femenina y receptiva, de modo que nos conecta con todo y nos impulsa a la apertura desde la sabiduría. Al dejar que esa fuerza tome control, la falsa identidad se vuelve abre y entrega, dejándo que la energía superior la impregne para producir la transformación.

Cuando hay resistencias, la personalidad lucha con el espíritu impidiendo que abracemos nuestra esencia, debilitándonos, haciendo que malgastemos una energía que es vital para alcanzar y trascender este proceso tan significativo.

Es una guerra con nosotros mismos que debemos soltar, sino podemos ver conflictos en: El terreno físico y sexual, cansancio, orgullo, poca capacidad de perdonar, lucha interna.

LO POSITIVO DEL 11:
1. Fluyen, gran conexión con Dios. Tienen la certeza de que todo proviene de Dios y todo vuelve a Dios.
2. Saben que su alma es grande y que esto se debe a la conexión permanente con la DIVINIDAD.

LOS CONFLICTOS:
1. Confusión interna.
2. Cansancio sin razón.
3. Vemos nuestros dones, pero al no entregarnos al proyecto divino, no podemos plasmarlo ni proyectarlo.
4. Si logramos rendirnos, entregándonos a la voluntad superior, podremos ser representantes de ésta, logrando el acercamiento a nuestra auto-maestría.

INFLUENCIA SOBRE LA PERSONALIDAD:
1. Inspiración que eleva nuestra la consciencia y la de los demás.
2. Maestría en la realidad física.
3. Si no se logra la Maestría en el plano físico, siempre estaremos preocupados de la apariencia ilusoria de los sentidos.
4. Materialistas.
5. Preocupados de lo que otros opinan de nosotros.
6. Frustración.
7. Insatisfacción.

LOS REGALOS DEL ONCE:
1. En el instante en que tomamos consciencia de lo que somos y tenemos, seremos un puente para los hombres, entre éste y otros planos.
2. Seremos capaces de expresar la energía de cualquiera de nuestros cuerpos espirituales cuando necesiten hacerlo.
3. Abundancia.

LAS MISIONES DEL ONCE:
1. Apoyo en la transmutación, elevando la consciencia propia y la de los demás.
2. Ser un constante ejemplo de vida espiritual.
3. Expandirnos hasta el infinito.
4. Desarrollar nuestros talentos.
5. Buscar nuevos principios.
6. Confiar en la intuición.
7. Reconocer que estaremos a merced de una tremenda ENERGÍA PARA SALVAR O DESTRUIR

RECOMENDACIONES PARA MISIÓN NÚMERO 11
No caminar la polaridad que habita entre la divinidad y la ilusión o energía creadora o destructora.

DECRETOS:
1. YO SOY la intuición despierta en mí que me eleva y transforma.
2. YO SOY mi expansión infinita.

ACCIONES:
1. Meditando, silencio, purificación.
2. Humildad, paciencia, empatía.
2. Meditar o hacer trabajo con una esfera de cristal (blanca o violeta) sobre chakra 7.

«GRAN ESPÍRITU… AYÚDAME A SOSTENER MI EMOCIÓN, PARA QUE SEA UNA ALIADA Y NO UNA TRAMPA».

 

JODOROWSKI NOS HABLA DE ESTA ENERGÍA:

«Os esperaba. Soy el inicio del nuevo ciclo y, después de todo lo que habéis llevado a cabo, no podríais vivir si no me conocierais. Os enseñaré a vencer el miedo: conmigo estaréis dispuestos a verlo todo, a oírlo todo, a probarlo todo, a tocarlo todo. Los sentidos no tienen límites, pero la moral está hecha de miedos. Os haré ver la inmensa ciénaga de vuestras pulsiones, las sublimes y las tenebrosas. Soy la fuerza oscura que asciende en vosotros hacia la luz. Del centro de las profundidades, de los subterráneos de mi ser, brota mi energía creadora. Echo raíces en el cieno, en lo más denso, más terrorífico, más insensato. Como un horno ardiente, mi sexo exhala deseos que, a primera vista, parecen de naturaleza bestial, pero que no son sino el canto oculto en la materia desde el origen del universo.

Mi intelecto, luz procedente de las estrellas, fría como el infinito, actúa sobre el calor eterno del magma para producir el rugido creador. Cielo y Tierra se unen en ese grito, despertando al mundo. Puedo hacer que cada humilde piedra se convierta en una obra de arte. Puedo hacer que en árboles raquíticos crezcan frutos jugosos. Puedo transformar la línea del horizonte en un tajo púrpura, vivo, como un largo e infinito rubí. Cada una de las huellas que mis pies potentes dejan en el barro se convierte en colmena que derrama miel.

Dejo que circule en mi cuerpo de abajo arriba, como las olas de un océano proceloso, el impulso sublime y feroz que el mundo necesita.
Llamadlo como os parezca: potencia sexual, energía de la materia, dragón, kundalini… Es un caos inconmensurable que cobra forma en mi interior. En mi vientre se unen un diablo y un ángel, formando un torbellino. Como un árbol, estiro mis ramas hacia el cielo reforzando al mismo tiempo mis raíces en la tierra. Soy una escalera por la cual la energía sube y baja simultáneamente. Nada me asusta. Soy el comienzo de la creación.»

 

Namaste.

Ale.
Ale Buschmann Casa de Tara

Transformar para sanar…

Si la vida te quita… planta una flor.

Si el dolor te acosa, canta una alabanza.

Si te sientes sol@, sal a la calle y comparte una sonrisa.

Si hay incomprensión, pide perdón por lo que no has dado.

Si hay sed de amor, haz un gesto reparador.

 

Nada proviene de la nada, y todo tiene un lugar y hora.

Cada nuevo amanecer, lo podemos usar a nuestro favor.

Cada nueva tristeza, puede ser un instante de renovación.

Toda alegría, el espacio de gratitud.

Toda necesidad de control, el momento de mirar nuestra soledad.

Cada ansia de aprobación, la ventana para mirar, donde no nos amaron.

 

Reparar, generar, comprender, esperar, sanar: son los verbos.

Reír, cantar, bailar, agradecer… las acciones fecundadoras.

 

AMOR: el centro, el inicio, el externo, la finalidad.

LA VIDA: el viaje para materializar, esta arrebatadora poesía existencial.

EL NACIMIENTO: la invitación.

LA MUERTE: la graduación.

 

Feliz viaje…!

 

Ale Buschamnn.

Casa de Tara.

El viaje cósmico.

Siempre escucho hablar sobre que las energías están extrañas, que son intensas, que todo está revuelto, que algo va a pasar, que se abren portales, que la nueva era llega… etc, etc.

Para entender y aclarar:

– Vivimos en un Universo energético, lleno de vida, de vibraciones, de influencias, de luz y sombras.

– No somos ajenos a él, somos arte y parte y por ende nos comunicamos y interactuamos.

– Conectamos de acuerdo a nuestra vibración personal. Difícilmente llega algo que no nos corresponda, y si eso llega a suceder, sólo nuestra luz interna nos puede centrar, no hay más.

Lo que pasa es que nos han enseñado que es así, ni nos han impulsado a esa comunicación más allá de físico. Es por eso que nos sentimos extraños, agobiados y temerosos.

Los ciclos de vitales nunca han cesado, las aperturas y cambios siempre han estado presentes, lo que hoy pasa es que ya no podemos seguir sin oír y sin ver, de modo que la salida es sentir lo que pasa y poder desde el corazón descifrar lo que el cosmos nos está diciendo.

 

ENTONCES:

– Si Usted siente que las energías están potentes, agradezca… así es sintonizar con el Universo, lleno de vida y movimientos insospechados.
– Si Usted cree que estamos atravesando por un portal de energías para nacer a una nueva era… aplíquese y sea coherente, para poder merecer la presencia en este nuevo escenario.
– Si Usted percibe, que todo está movido, que ya nada es igual, que les están pasando cosas complejas y que todo está revuelto, pues bienvenid@ a este Universo experiencial y evolutivo, donde nada es estático y el cambio es su sello.

Mejor no se distraiga, sea impecable y ajuste el cinturón, que este viaje es único e inevitable y lo ideal que viajar liviano, hacia donde Usted quiera llegar. Su meta y su anhelo, lo están esperando

 

Ale.
Terapeuta Holística.
Casa de Tara

No tengo tiempo para ser infeliz…

 

Yo sabía que no te volvería a ver. Sabía que esa mirada tuya siempre dura, ese día sería la última. Sabía que no te arriesgarías a aprobar un llanto sin razones concretas. Yo sabía que no podrías leer mi corazón.

La niña que quiso hablarte, veía lo que tú no pudiste. Tan pequeña pero tan mágicamente conectada a lo indefinible, donde las dos bailábamos unidas en la insondable necesidad de ser amadas.

Esa niña que fui, aquella que quedó atrapada en el tiempo, lo supo. Lo palpó en sus entrañas, en las piernas gélidas que querían correr hacia ti y en esos brazos inútiles frente al destino, desesperados por aferrarse a tu cuello y no vivir esa despedida tácita, presagiada, ineludible.

 

Hoy parece que veo tu figura, toda entera amada y perfecta y tu cara que hablaba de “quizás no debiese dejarla ir”

Me parece estar ahora frente a ti, traspasando la hondura de tus ojos donde la duda de pronto hizo su llegada. Qué ingenua, como si un mandato superior se pudiese evitar. Estábamos sentenciadas, tú a partir y yo a quedarme acá desarraigada y tan perdida.

 

¿Quién podría saber lo que nuestra biografía urdía?, ¿saber que era el último día de nuestra historia? Una historia tejida con los hilos de las que engendran solas, guerrera ilusa, desadaptada, arbitrariamente juzgada, siempre triste y absurdamente olvidada.

Lloré ese día, lloré porqué sabía lo que no podríamos sortear, un espacio tiempo que nos llevaba a las dos, sin oposiciones posibles a nuestras experiencias y a no volver a tenernos nunca más.

Me resistí y quise convencerte, robarle a tu corazón un gesto piadoso… nada, no pude hacer nada… me soltaste la mano, me entregaste al Universo, frágil y desnutrida.

 

Ayer caminaba sobre el asfalto húmedo, que como un espejo despiadado me devolvió mi imagen mustia, llena de enajenación y desidia, como tantos años, como desde ese día implacable y como implacable fuiste madre al ejecutar tu sentencia; “te vas al colegio, no se dejan los deberes de lado”

Caminaba y pensaba después de tantos años en ese recuerdo vago, amputado y la pregunta surge; ¿quiero recordar?, ¿quiero hundirme en el aliento de la muerte y susurrarle al oído? – “dime por qué, háblame de ella, cuéntame donde está”.

Comenzó a llover. Todo se confabulaba en esa tarde apagada de vida. Y la lluvia… ¿qué es lo que me trae la lluvia? Dejé que las gotas cayeran en mi cara, retumbaban como cuchillos en mi piel y de pronto recordé como en un eco lejano y me vi, frente a la ventana de aquella escuela que he querido olvidar. Las pozas de agua que dejaba la lluvia que cayó durante los indefinibles días de mi encierro. Lluvia amarga y con olor a muerte, pérfida en sus ondulaciones tortuosas, burlándose de mí.

Yo perpleja, inconsolable. Yo y la cuidadora del colegio. Yo y esa desconocida mujer que me miraba pasmada, como en un presagio escrito y sentenciado.

¿Podré expresar las sensaciones sentidas sin que se me parta el corazón…?, ¿cómo aceptar que mientras yo estaba allí confinada, entumecida entre esas horas mezquinas, a mi madre le estaban pegando un tiro en la cabeza, en esa cabeza llena de ideas excéntricas, revolucionaría e incomprendida? Caótica como sólo lo son, aquellos no caben en la construcción recelosa, de la danza de las apariencias.

Pienso en el sonido inexorable de ese disparo y temo enloquecer… “no puedo con esto” – mi mente no admite esta sobrecogedora certeza; dispararle a una mujer por la espalda, nadie merece morir así.

Enajenada en el delirio de la evidencia, creo escuchar su voz que resuena en las gotas de lluvia, como limpiando mi corazón; “Sé de aquello que te tortura. Conozco cada lágrima vertida bajo estas alas que nunca te han soltado. Cuando me miras con esos ojos desiertos, detrás de tu tristeza, ahí siempre estoy”.

 

Los estruendosos ruidos de la calle me hicieron retornar súbitamente, para volver atrás sin querer, pero sin oposiciones, y verme detenida en la entrada del colegio abrazada por la vorágine, histeria, desesperación. Mi presencia entera sin tener donde ir, impensado abandono imposible de borrar.

La televisión mostraba el derrumbamiento exterior, a ratos alguien gritaba de angustia y el correteo se hacía aún más febril.

Yo, con mis ojos fijos en la puerta: – “Ya aparecerás, mamita” – parecía que podía ver esa blusa de flores rosas que tanto le gustaba y ese caminar como si flotara, la voz cantarina – “ya llegué, acá estoy”. –

Pero nada, una persona, dos más, ella no llegaba, el gentío fue disminuyendo y mi corazón se empezó a apagar, suave, como una velita.

Lo obvió sucedió con esta niñita que nadie había recogido. Yo insistente parada en el medio de ese hall ya en tinieblas, a puertas cerradas, vislumbrado un atardecer sombrío, terca, inundada de pavor. Toda yo aferrada a la ausencia declarada, esperando divisar la blusa de las flores rosadas…

Nefasto vacío y la cuidadora del colegio que me miraban perpleja.

Silencio, la niña ya era una guacha, tenía solo 5 años.

 

¿Cuánto rato estuve allí enmudecida?, ¿cuándo fue que algo me dijo que ya no había caso con esa espera? Solo sé que un momento de esa tarde inolvidable cuando el sol ya se despedía, me tiré al suelo y grité de dolor.

A ratos se escuchaban los aviones que pasaban en dirección al palacio de gobierno… Estaba oscureciendo para mí más rápido que para nadie ese día.

Me levante del suelo furiosa, mojada en lágrimas y corrí!!! Encontré una escalera de caracol que subí determinadamente. Arriba una par de puertas iguales, abrí una de ellas, era un baño. Un baño frío como todos los baños que he conocido y frío como mi corazón en ese momento.

Entré a ese cuarto blanco empapelado de azulejos monótonos y brillantes. Caí derrotada en el primer rincón visible, para enrollarme como un quiltro pulguiento y llorar, llorar… llorar, hasta que mi cabeza empezó a dar vueltas, sudorosa y fría, pegada a los azulejos.

Cuando desperté estaba acostada en una cama con alguien a mi lado, con la mujer que cuidaba ese lugar. Durante esa noche y todas las que siguieron, solía abrir los ojos en la oscuridad y escuchar la voz de mi madre en una letanía agridulce; – Hija ¿Dónde estás? no te escondas vamos a casa – Yo corría escaleras abajo tropezándome con la ropa y las sábanas que arrastraba, hacia ella, a su pecho que se abría de par en par para recibirme, dulce y lleno de flores.

A ráfagas de dolor, el golpear de una rama en la ventana me traía de regreso a ese día y hora, que yo no quería visitar. Ahí estaban otra vez las pozas de agua que dejaba la lluvia intermitente y yo mirando por la ventana, ajena, pálida, con la boca amarga.

“Mamá vendrá pronto por mí – porfiaba mi mente – Aquí te esperaré mamita justo aquí, mirando la lluvia, igual como lo hacíamos en esas tardes de invierno cuando nos quedábamos solitas y preparábamos chocolate. Tú escuchando a Mozart y yo mirándote arrebatada de amor. Aquí te esperaré mamá”.

¿Quién podría decir lo contrario? La cuidadora del colegio me ignoraba suavemente sin interrumpir mi frenética obsesión.

“Esperaré mientras me como el manjar que tiene la Chepa en la cocina”.

A hurtadillas lo comía con saña atorándome a ratos, dejando que el suave dulzor ablandara mis penas. Escondida en la buhardilla, me comía el manjar de la Chepa y recordada; sus manos, su voz. Esa estampa magnifica que a veces se ocultaba de mí para llorar sus penas. Esas noches en que a oscuras en nuestra cama me relataba la historia del mundo, los milagros del Universo, el plan del gran espíritu. Su ropa suave, sus huellas de almizcle y fresas. Tantos poemas garabateados desde su vientre como extrayendo en lo profundo, todo aquello que no decía, el amor que no apareció, la muerte que ya llegaba. Pulsando en cada cosa y en todo, su canto eufórico de palabras sentidas, propia de los que se mueven entre el dolor y el frenesí.

Y comía manjar, como si al hacerlo me pudiese comer, la distancia entre ella y yo.

Así se sucedieron días interminables, sin otro afán que meterme debajo de la cama cuando se oían balazos, y preguntarme si afuera el mundo se había acabado. Días de penumbra y en sigilo.

Cuando por fin volví a casa, ya no era más la misma. No sabía por dónde empezar cada amanecer sin ella. ¿Dónde dormiría?, ¿y sus cosas, qué pasó con sus cosas?, ¿y las mías, que hago con mis pequeños tesoros?, ¿cómo juego?, ¿cómo vivo?

Recuerdo haber entrado a esa pieza querida, que aún tenía su rastro y los ecos infantiles de su risa cándida, preguntando sin hablar qué era lo que sucedía. Esa sensación agobiante que se percibía en el aire. Ella no estaba allí. ¿Mamá…?

Respuestas indirectas con la mirada esquiva, mentiras carentes. – La mamá anda de viaje, ya llegará. –

La vibración de mi celular me sacó de golpe de ese suelo lejano. Contesté mecánicamente a un número desconocido. Era una mujer.

  • Buenas noches, ¿con la señorita Catalina Buschmann?
  • Con ella – respondí impasible -.
  • La llamo del ministerio del interior por la causa de la muerte de su madre. – No pude hablar -.
  • La hemos tratado de ubicar desde hace mucho. Necesitamos entrevistarla para conocer su versión de los hechos. ¿Es posible conversar con Usted?

Corté la llamada incómodamente temblorosa. “No puedo, no puedo, no puedo” me repetía en un eco interminable. “Si sigo recordando, moriré” me decía esa voz interior que tejía sus redes angustiosas desde hacía tanto, en las cavernas de mi corazón.

El día de pronto se volvió tan gris, tanto como aquel día perdido en los recovecos del tiempo. Gris y polvoriento, nulo de emoción. Indescifrable.

 

Caminé con violencia, en un acto de inefable rebeldía, mirando las hojas amarillas de un otoño como tantos y balbuceé; ¿Quieres saber cuándo el alma se parte en dos? Le hablaba al viento, a esos árboles teñidos de rojo que me han visto caminar la tristeza interminable, a quien quisiera escuchar: “Miré a mi madre por última vez a través de los vidrios sucios del autobús que me llevaba a la escuela. A pesar de que hacía mucho frío esa mañana, el sol brindaba suaves chispas luminosas. Yo sabía que algo no estaba bien, sentí como en susurros la estela ineludible de la muerte sobre mi cara y apretando su cuello.

Con la cara deformada por el llanto, me negaba a soltar la suave falda de lana que contenía el maravilloso aroma de mi madre, de toda ella, pero por más que lloré, nada contuvo la vorágine que sobrevino a partir de ese imborrable 11 de septiembre”…

 

Memorias, torturas agazapadas, el pasado ya no se podía detener. Había traspasado la puerta del olvido para desafiar sin máscaras, ni maquillaje, tu muerte y la mía.

¡Qué importaba todo, que importaba nada! Tomé el celular… Sentí en algún rincón insondable de mi humanidad disociada, que esa llamada era el inicio del final de la amnesia, como en las raíces y la geografía, de una nueva morada.

Ya no más una sin nombre, ya no más.

Respondió la misma mujer, emocionada susurró ; – La escuchamos, necesitamos conocer su experiencia. –

Vacilante respondí; “No sólo te contaré mi historia, sino te relataré el último viaje de una mujer extraordinaria, que amaba a Tchaikovski y deliraba con Chopin. Te hablaré de sus pupilas infinitas, que te llevaban a un mundo de coplas, donde las palabras te abrazan y los sonetos bailan contigo. Te diré de sus nostalgias y sus noches desesperadas, abrazada a la esperanza de volverse a enamorar. De cómo el colibrí venía a su encuentro para susurrarle sus secretos y de cómo el alelí coloreaba su vestido. De su batalla silente contra las injusticias y cómo miró a la muerte, aterrada pero digna.

Te contaré cómo sobreviví la orfandad en un mundo de clasificaciones, y cómo fue escuchar el golpe de mi corazón cuando supe que ella no volvería.

Confesarte lo que fue pisar el suelo donde la sometieron, donde aquella metralla como abrazo imparcial atravesó su garganta y partió en dos su corazón. Metáfora siniestra; calla mujer, tu voz aquí no tiene sitio… No albergarás más sueños de igualdad, calla mujer ya no tienes libertad. Destierro y un último suspiro.

Silencio, la mujer había enmudecido. Tenía 32 años… era inocente.

Para este torrente de argumentos no hubo una respuesta coherente. Un largo silencio y la emoción de quien no sabía y no podía suponer, fue el resumen y la despedida.

 

Dejé allí mi relato y retomé sin expectativas mi perpetuo caminar. Extrañamente sentí al pasar por una vitrina la fragancia del café recién hecho, como si fuese la primera vez. Mis mejillas heladas me despertaron y un fragor dentro de mi pecho me trajo un nuevo sentir, ansias de amar y querer saborear. En lo profundo se abrió una plegaria, para honrar lo que mis pies habían pisado y mi boca maldecido. Desde allí, desde ese nuevo espacio, y en retoñar, donde ya no caben las amargas preguntas ni los resentimientos que desvalijan el alma, me permití una sonrisa incipiente como diciéndole a ese propósito sublime; “veo lo inevitable, pero admito su trascendencia”

Miré al horizonte y constaté casi en procesión sagrada, cómo la estrella que nos abriga ofrendó una ventana de sosiego frente a mi esencia entera conmovida. Era tan simple y tan recóndito. La gratitud hacía su llegada, precisa y definitiva.

En una inconfundible señal y como un regalo, mi garganta pudo declarar aquellas letras compulsivamente reprimidas por miedo, a morir de tristeza: “Después de tantos años de huir de tu rostro, no tuve más alternativa que mirarte a los ojos. Luceros profundos, que me devuelven cada cosa que he parido. A la sombra de décadas de soslayar tu recuerdo, hoy agradecida palpo tu huella en mi cuerpo, como el espacio donde se funde lo que soy y lo que he sido. Porqué de lo difícil de no tenerte germina y florece la férrea decisión de no renunciar. Y lo dulce de ti, lo guardo en mi pecho y lo expando infinito, para darme cuenta que mientras más te miro madre, más me sano. ¿Sabes…? No tengo más tiempo, para ser infeliz”

Volví a mirar nuestra estrella por instantes eternos sin prisas ni pesares, con mis melodías dispuestas para canciones sin melancolía. En devoción me doblegué desnuda y sin pretensiones, para asentir y reconocer la magia implícita en cada escena de este argumento mío, que amorosamente me ha llevado a este encuentro y despedida.

– “Te amo Mamá” – susurré – “allá en el cosmos, entre luces y cometas ¡te estrecharé de nuevo, me volverás a abrazar!”

Como en un hilado perfecto de vocablos y sinfonías, pude comprender en esa tarde cargada de dulces aromas y nuevas oportunidades, que cuando nos atrevemos a soltar las cargas que nos pesan, estas se transforman en miles de mariposas.

 

Alejandra Vallejo Buschmann.

Para Martha Ana de Monserrat… dónde sea que estés!!

 

Este cuento fue presentado en el concurso de cuentos de Revista Paula 2017. No salió ganador, pero me he sentido ganadora, desde el momento que me permití descorrer el velo del dolor, para dejar que mi corazón hable y honre una memoria, amada e imborrable.

 

Septiembre 2017.