Crianza consciente; semillas humanas, para un florecer espiritual.

¿Cual es la mejor bienvenida, al ser que deviene desde los planos sutiles para asentarse en esta tierra, en un acto de valentía suprema que lo compromete con su evolución y con el movimiento de todas las cosas?.

Un vientre tibio, dulces susurros, energías abrazadoras que sostienen la magia de esta transmutación y permiten el paso sin mella, del espíritu hacia la carne. Ímpetus constitutivos de creencias amorosas y bases seguras, donde esa semilla podrá florecer.

Desde ese seno cálido, se forman en un ritmo uniforme todos los elementos que en conjunto, le darán vida a la vida.

El equipaje espiritual, como legado de las acciones pasadas se ancla a esta obra suprema, exclusiva y tan inagotable.

Se forman procesos evolutivos, dinámicas emocionales, aspectos materiales, detalles genéticos, herencias ancestrales, todos unificados abrazando información cósmica de trayectorias insospechadas.

Infinita información para dar paso a una individualidad precisa, con precisas pautas creativas, que religan compromisos progresivos en orden a retornar a la causa generadora originaria.

Pasan días, meses y el ser va completando esta metamorfosis prodigiosa, dando pasos certeros que enraízan y materializan su presencia.

Cada día un nuevo descenso en un trayecto desconocido a pesar de lo reiterado.

Un descenso que confunde a esta mezcla de instancias, y que necesita aquella mano protectora para asentarse y creer, que es posible pisar esta tierra y ser amado.

El momento de la fusión alma, espíritu y cuerpo, se acerca a pasos presurosos. Ya el cuerpo está completo y adaptado para la esfera terrena.

El ser incubado escucha los sonidos del exterior, percibe todo como si fuese él mismo, llenando de estímulos sus sentidos e imprimiéndole a su piel información cifrada en códigos, de un relacionarse con otros. Emociones básicas le acompañan aún sin poder traducir los acontecimientos periféricos.

Pero hay un sonido por sobre los demás que escucha sin cesar, y que es su faro en medio de este todo desconocido. Cómo un tambor que resuena en las cavernas del útero elegido, ese corazón que está unido al suyo por un cordón etéreo de mágicas conexiones convenidas y sintonizadas, que lo conecta al sentir absoluto, late y le arrulla cómo diciéndole: amor, amor, amor.

Ese sonido es todo en el vasto todo de las aguas que lo inundan. Preciada melodía que domina miles de interpretaciones y mensajes subliminales y él cómo un mago erudito, las descifra todas atesorándolas en su pecho.

De pronto el día llega. El cosmos está al acecho, preparando el escenario perfecto para la antigua danza de influencias planetarias que propician la concreción de sus huellas humanas y que le relacionan para siempre, con el cielo y las estrellas. Una fascinante manera de pedirle no olvide, sus lazos divinos a pesar de la nueva concurrencia tridimensional.

Todo dispuesto, para celebrar la luz que acompaña a este nuevo forastero. Se hace la fusión y sucede el primer grito a la vida.

¿Dónde está ese sonido constante?, ¿dónde que ya no siento, esas aguas olorosas y ese mecer que me abrazaba?.

Ese es el momento trascendente donde el ser parido necesita todo el amparo y esmeros, a fin de poder aferrarse a este suelo extranjero.

Una revolución hormonal y fuertes estímulos de toda índole, le hacen sentirse más frágil que nunca.

Olvidó su origen celeste, olvidó sus cordones de luz. Sólo le pueden conducir al sosiego, esos latidos que ya tampoco escucha.

Soledad, frío, hambre, dolor, miedo, rabia, se han instalado. Es preciso aplacar estas intensidades sin demora, para que sus rastros no sean causa de futuras disforias.

Trascender este primer trauma exige cuidados entrañables, basados en el entendimiento de toda la potencia oculta bajo un cuerpo tan vulnerable.

No hay excesos en los desvelos, para proveer garantías y estabilidades, como la primera piedra sobre la que se cimentará un ser capaz de tocar alturas impensadas.

No hay demasía a la hora de ofrecer asistencia, a tan ilustre invitado.

 

La plegaria es:

– Amarle y no soltarle hasta que él mismo sienta, que ya no necesita nuestro apoyo.

– Abrazarle mucho, para que grabe en sus células ese contacto íntimo, que generará vínculos generosos e indisolubles.

– Atender sus llamados, pues no sabe de manipulaciones, no conoce el arte de los engaños. Sólo sabe que necesita nuestra cercanía, para saber que es bienvenido.

Y para entender que los dolores pasan, que el frío es un instante, que el hambre lleva al goce de las satisfacciones y de a poco ir construyendo sus certidumbres.

Construir un terreno emocional férreo donde el alma sepa que puede forjar todo lo planificado, es la primera necesidad de quien encarna.

Más que lo material, es lo emocional lo que conquista y enraíza y de lo material, son las cercanías incondicionales y las voces tiernas, lo que afianza la primera de las confianzas, la del bienestar.

Para esto es necesario poder re-aprender y nunca olvidar nuestra fragilidad innata y entender una hipersensibilidad, que necesita una mano segura para ser transformada en armonía emocional y en mentes capaces de instalar todo su esplendor, desde la quietud que entrega la aceptación y la comprensión más allá de las intelectualidades.

Veremos como ese regalo de ocupación incesante de sus necesidades básicas, se multiplica en el futuro en serenidades, confianzas y posibilidades de balance emocional no reñidas con los temores propios, de quien se enfrenta a lo inédito.

Día a día alcanzará nuevos triunfos y nuestra presencia será cada vez menos necesaria, pero habremos cultivado en un ser entero no sólo la tranquilidad de saberse contemplado en la totalidad y sin condiciones, sino con un legado inquebrantable, de nociones acerca de lo que es ser apreciado.

El futuro que deviene de esas semillas prósperas, es un hombre o una mujer firmemente arraigado a la experiencia, haciendo aportes a la revelación de las metas fraternales. Formando círculos de solidaridad y manadas de compasión, para dar cabida a una nueva tierra, para una nueva humanidad.

Estos sin más ni más, son los alcances extraordinarios de una vida uterina protegida, una primera infancia conquistando felicidades y seres significativos que acompañan sin agobiar, pero en presencia constante e incondicional para una crianza consciente, consecuente y benévola.

 

Alejandra Vallejo Buschmann

Terapeuta holística.

Casa de Tara

Publicado Originalmente en la edición impresa de la revista SOMOS en Noviembre de 2014

https://www.revistasomos.cl/2014/12/crianza-consciente-semillas-humanas-para-el-florecer-espiritual/

 

 

 

 

 

El ser espiritual y las trampas del ego

Si crees que es más «espiritual» andar en bicicleta o utilizar el transporte público para moverse, eso está bien, pero si juzgas a alguien que conduce un auto, entonces estás en una trampa del ego.

Si crees que es más ‘espiritual’ no ver la televisión porque crea problemas en tu cerebro, eso está bien, pero si juzgas a quienes todavía la ven, entonces estás en una trampa del ego.

Si crees que es más «espiritual» evitar chismes o los medios de comunicación, pero juzgas a aquellos que leen estas cosas, entonces estás en una trampa del ego.

Si crees que es más ‘espiritual’ hacer Yoga, convertirse en vegetariano, comprar solo alimentos orgánicos, comprar cristales, reiki, meditación, usar ropa «hippie», visitar templos y leer libros sobre iluminación espiritual, pero enjuicias a quien no hace esto, entonces tu estás atrapado en una trampa del ego.

Estar siempre consciente para sentirte superior. La idea de que tú eres superior es la indicación más grande que te encuentras en una trampa de tus egos. El ego quiere venir a través de la puerta de atrás.
Tendrás una idea noble, cómo empezar el yoga y luego cambia, para servir al objetivo de sentirte superior a los demás.

Empezarás a menospreciar a aquellos que no están siguiendo tu «camino espiritual». Superioridad, juicio y sentencia. Estas son las trampas del ego.

Mooji.

La energía femenina; sustentando vida, religando corazones.

Un lugar indómito y gentil, donde se perfilan nuestras virtudes maternas, aspecto e ímpetu sostenedor. La enraizadora primigenia que nutre y fusiona los cimientos y recursos del bienestar futuro, para la realización de una tribu compasiva, que lidere el progreso cósmico.

En el vasto Universo se cortejan, seducen, fusionan y hermanan dos energías primarias; masculina y femenina. Las dos fundamentales, las dos encabezando movimientos y manifestaciones puntuales en orden a dar sustancia y sentido a los hechos y sucesos esenciales.

Cada una en su órbita, consolidando una danza de miles de influencias y consecuencias vitales.

A pesar de su igualdad y significancia en el montaje existencial, hay características de una de ellas que hoy quiero celebrar, no sólo debido a su rol en los movimientos y latidos básicos, sino por haber sido a través de la cronología trascendental, irónicamente apagada e incluso hoy aún desdeñada, quizás por la misma fuerza que ella interpreta y modera.

La energía femenina, vital en la generación de la vida, su sostén y orden divino, ha sido rebajada a múltiples detalles básicamente decorativos y hedónicos, que no merecen lo que ella misma encarna y establece.

Brío y linaje que hoy reclama su sitio en el argumento de la historia humana, desde la inefable mirada, de quien sabe lo que es.

Energías opuestas complementarias, creativas: El Universo pulsa desde una primera semilla de manifestación que necesita ser parida y luego ordenada. Todo pasa y se crea desde el mismo proceso y es, desde esa base fundamental que no sólo es energética sino también afectiva, donde se sitúan las raíces de una abundancia que lidera la exactitud de los logros evolutivos.

No hay equilibrio posible si esta fuerza abrigadora y nutricia falla en sus faenas, prodigando el sustento inicial para el logro final.

Su ausencia radica en frialdad, abandono, soledad, incertidumbre, por mencionar algunas de las carencias que preceden a la pérdida de esta fuerza abrazadora.

Remitiéndonos exclusivamente a la realidad humana, es imperioso aclarar que ambas energías Yin y Yang, le dan soporte al ser en diferentes aspectos de su materialidad tridimensional. Pero, es la energía femenina la que cuaja las fuerzas anímicas espirituales, dentro de un cuerpo físico pero no por eso, menos sutil y mágico.

Aún hoy plenos de tanta información y desarrollo intelectual, tecnológico y quizás también consciente, no hay claridad con respecto a lo que implica la generación de estos vínculos materiales, afectivos y sicológicos en la vida humana, y su posterior consolidación como resultados de estas raíces cebadas con un impulso que garantiza por sobre todo, la fe en todo lo que implica ser y estar.

Y no sólo ser y estar en un contexto experiencial, personal y único, sino también moviendo redes que albergan, las nuevas premisas de un retomar lo que se descarrió, después de la caída del hombre.

El patrimonio femenino: La herencia femenina radica en cohesionar espíritu y experiencia material, a través de los lazos afectivos.

Ser mujer implica por ende, llevar el legado emocional, fisiológico y concreto para ser amparo de las fuerzas creativas y todas las posibilidades que fundamentan el coexistir.

A fuerza de pulsar todo lo que ella significa y recuperar su sitio, es que la mujer pareciera haber olvidado lo que su posición de privilegio en la continuidad primordial compromete, y que el llamado no es a parecerse a su opuesto complementario, sino ser justamente todo lo contrario, pues ahí radica la verdadera finalidad de esta balanza energética que equilibra todas las manifestaciones de vida.

Y aún más, podemos ver como en la naturaleza sabia en si misma, se presentan ejemplos donde esta fuente materna es la única que sostiene las descendencias, de la misma manera que se ha repetido incesantemente en la experiencia humana.

Pareciera ser que la madre natura no necesita más que esta mano que cría en la tibieza de un seno que prodiga todo y tanto, para que sean concebidas y perpetuadas las especies.

Eso no implica que la energía contraria no sea menester, sólo señalo lo que la gran creadora asigna y aprueba.

Lo importante no es quien es mas eficiente o sustancial, sino que al fin y cómo un acto de humildad se recupere y honre, la gran matriz femenina que expulsa y abraza para entregar en integridad, las herencias que darán continuidad y permanencia.

Amar la mujer en mi: Ser mujer es, venerar el aspecto materno del Padre creador.

Ser mujer; para hacer florecer los espacios del fuego masculino.

Ser mujer; para prodigar los cuidados con que el amor se arraiga.

Ser mujer; para dulcificar las improntas y huellas, de una existencia karmática que golpea la fragilidad de nuestra alma.

Ser mujer; para impulsar desde la serena presencia que da certeza, a esa energía masculina que genera avances y concreciones materiales.

Ser mujer; porque es femenino el pulso que dio luz, al hijo de Dios acá en la tierra.

Ser mujer; porque ella alberga la intuición que ordena y compensa la energía mental, de un Universo mental acunado en un flujo perceptivo.

Ser mujer; porque es lindo ser piel y aromas, que decoran los instantes donde en el cosmos resuena, el ronroneo del encuentro entre ella y él.

Hoy quisiera invitar a las portadoras de esta influyente energía a reivindicar ese rol, desde aquello que es su esencia y que marca la diferencia entre el otro que es luz de sol, movimiento y extroversiones y nuestra serena presencia atiborrada de rayos de luna y remanso que ofrece, el espacio donde descansan y se dan las formas de las infinitas expresiones afectivas.

Mujer para; reconocer y amar aquella parte nuestra que no congenia con ningún estereotipo, sino que desborda pariendo autenticidad y pulsos creativos personales, reivindicando legado, nombre y sello.

Se abren entonces las ventanas interiores, por donde asoma la Diosa intrínseca que siempre multiplica y nunca divide, atisbando más allá de lo evidente pues percibe y comprende desde saber al fin, que sostiene el vaivén emocional de todo aquello que toca.

Así se manifiesta lo que ella sabe hacer mejor, religar almas para sanar corazones.

 

Alejandra Vallejo Buschmann.

Terapeuta Holística.

Casa de Tara

¿Por qué gritamos cuando estamos enojados?

“Un decreto constructivo, siempre es una invocación a Dios”

¿Hay consciencia real del poder del acercamiento afectivo? ¿Conocemos a cabalidad los efectos de la ternura y las palabras dichas con amor?

Pareciera sabemos de esto intelectualmente, pero aún no son habilidades enlazadas a la energía del corazón. En ese ámbito aún hay discapacidades que debemos desarrollar.

Promover el uso correcto de la palabra hablada, es un desafío y a la vez una bella manera de crecer comunicando, creando y llenando espacios con nuestra voz, sus matices y la infinidad de posibilidades afectivas y vinculares que con ella podemos afianzar.

Les dejo una hermosa reflexión sobre este tema. Un aporte que nos ayude a mejorar nuestras cualidades comunicativas y sus alcances en todos los niveles de nuestra manifestación.

Cierto día un viejo sabio preguntó a sus seguidores lo siguiente: -¿Por qué la personas se gritan cuando están enojadas?

Los hombres pensaron unos momentos: -Porque perdemos la calma –dijo uno–, por eso gritamos.

-Pero ¿por qué gritar cuando la otra persona está a tu lado?, –preguntó el sabio–.

¿No es posible hablarle en voz baja? ¿Por qué gritas a una persona cuando estás enojado?

Los hombres dieron algunas otras respuestas pero ninguna de ellas satisfacía al sabio.

Finalmente él explicó: -Cuando dos personas están enojadas, sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esa distancia deben gritar, para poder escucharse. Mientras más enojados estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse uno a otro a través de esa gran distancia.

Luego el sabio preguntó: -¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran? Ellos no se gritan, sino que se hablan suavemente. ¿Por qué? Porque sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellos es muy pequeña.

El sabio continuó: -Cuando se enamoran más aún, ¿qué sucede? No hablan, sólo susurran y se acercan más en su amor. Finalmente no necesitan siquiera susurrar, sólo se miran y eso es todo. Así es cuan cerca están dos personas cuando se aman.

Luego dijo: -Cuando discutan no dejen que sus corazones se alejen, no digan palabras que los distancien pues, llegará un día en que la distancia será tanta, que no encontrarán más el camino de regreso.

 

Que esta información vaya en vuestro mayor beneficio.

Alejandra Vallejo Buschmann.

Casa de Tara.

 

Kafka y la muñeca

Un año antes de su muerte, Franz Kafka vivió una experiencia muy insólita. Paseando por el parque Steglitz, en Berlín, encontró a una niña llorando desconsolada: había perdido su muñeca.
Kafka se ofreció a ayudar a buscar a la muñeca y se dispuso a reunirse con ella al día siguiente en el mismo lugar.
Incapaz de encontrar a la muñeca compuso una carta “escrita” por la muñeca y se la leyó cuando se reencontraron: –  “Por favor no me llores, he salido de viaje para ver el mundo. Te voy a escribir sobre mis aventuras …“-  Este fue el comienzo de muchas cartas.

Cuando él y la niña se reunían, él le leía estas cartas cuidadosamente compuestas de aventuras imaginarias sobre la querida muñeca . La niña fue consolada. Cuando las reuniones llegaron a su fin, Kafka le regaló una muñeca. Ella obviamente se veía diferente de la muñeca original . Una carta adjunta explicó: – » mis viajes me han cambiado … “ –

Muchos años más tarde, la chica ahora crecida, encontró una carta metida en una grieta desapercibida dentro de la muñeca . En resumen, decía: -» Cada cosa que amas, es muy probable que la pierdas, pero al final, el amor volverá de una forma diferente“- .

Kafka y la Muñeca… la omnipresencia de la pérdida.