Cuando el niño es pequeño, es un receptor natural. ¿No es entonces precisamente el dar las gracias la respuesta natural?
- “Afortunado el niño que puede aprender temprano en la vida a doblegar la cabeza en reverencia y gratitud a la hora de lo alimentos, mientras la familia se una en esa plegaria.
- Afortunado el niño que, antes de acostarse le llevan a ver las estrellas y la luna, agradeciendo la seguridad de que ellas cuidarán de él mientras duerma.
- Afortunado el niño que es capaz de agradecerle al sol porque brilla y a la lluvia porque riega los árboles.
- Afortunado el niño que pueda vivir en una atmósfera familiar donde se expresan la gratitud y el aprecio del trabajo y cuidado con que los padres contribuyen diariamente.
- En verdad entonces el nuño que pueda imitar los ademanes y las palabras de gratitud, aprendiendo desde sus primero años a poner atención a la fuente de los muchos y variados regalos de la vida, en lugar de concentrarse en sus propios y mundanos deseos”.
Gisela T. O’Neil.
“Education as an art”
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